SÍNTESIS HISTÓRICA
La
historia de esta Corporación
Sacramental es fiel reflejo de la evolución que, a lo largo de casi
medio
siglo, han sufrido las devociones, la pastoral de la Iglesia, los
movimientos
demográficos, y hasta los usos y costumbres de un censo de hermanos
que, hasta
hace pocos años, radicaba en una gran mayoría en la collación de Omnium
Sanctorum.
La
Sacramental de la Parroquia se ha
convertido de este modo en un gran collar en el que se han ido
insertando, por
fusión o absorción, múltiples asociaciones que configuran la actual
Hermandad
Sacramental y de Ánimas de Nuestra Señora Reina de Todos los Santos.
A
su vez y como en un espejo, la sociedad
que ha convivido hasta mediados del siglo XX en este espacio geográfico
del
barrio de la Feria, ha dejado huellas indelebles en el estilo y el
espíritu con
el que esta Hermandad ha llegado hasta el siglo XXI.
La presente síntesis no pretende ser más que un acercamiento básico a la compleja Historia de esta Corporación.
LOS INICIOS
SIGLO XVI
La
Hermandad Sacramental
A
raíz del movimiento surgido en el
primer tercio del siglo XVI y que abandera doña Teresa Enríquez,
llamada la
Loca del Sacramento, los feligreses de Omnium Sanctorum, probablemente
con el
beneplácito y el impulso del clero de la Parroquia, deciden fundar una
Hermandad que se dedique al culto al Santísimo Sacramento y al
ejercicio de la
caridad entre los hermanos.
La
visita de esta dama de la nobleza a la
ciudad acompañando en 1511 el séquito de Fernando el Católico y de su
esposa
Germana de Foix, ha sido tomado por la historiografía tradicional como
el
comienzo de las corporaciones sacramentales en un proceso que se iniciaría por la
creación de la del Sagrario
de la Catedral y que se iría
extendiendo por el resto de collaciones hasta generalizarse a finales
de siglo.
Sin
embargo, las noticias generales que
tenemos sobre este comienzo son muy fragmentadas. En concreto las de
nuestra
Hermandad proceden tanto del archivo histórico de la Corporación, como
del
archivo del hospital que ésta mantuvo en estos primeros años de su
historia.
Los
primeros documentos que se conservan
son diversas reclamaciones de misas de 1549 y un informe que realiza el
prioste
de la hermandad, don Miguel de la Barrera al Arzobispado en 1564 donde
se
especifica que la Hermandad “es antigua” y considerándose junto a otros
“fundadores de dicho hospital y cofradía”.
Coincidente
con este documento se
encuentra en el Archivo de la Diputación Provincial una solicitud del
mismo
hermano al Arzobispado fechada en
1580,
sobre que no se redujera (en la práctica se expropiara) el hospital que
poseía
la Sacramental en la calle Peral, pues tal hospital no podía
considerarse como
tal, sirviendo sólo para las reuniones de los hermanos de la
corporación que se
hallaba fundada hacia 50 ó 60 años.
Como
último dato relativo al origen de la
Hermandad, podemos aportar el primer libro de hermanos de la
Sacramental, que
se hace nuevo en 1626 por haberse mojado el anterior y en donde se fija
el año
de ingreso del hermano más antiguo en 1581.
Son
no obstante las primeras Reglas que
se conservan en el Archivo del Arzobispado de Sevilla, y que se
aprueban en
1636, las que nos pueden ofrecer más pistas sobre los orígenes de la
Corporación. En el comienzo de las mismas se especifica, al igual que
en los
libros de hermanos y hermanas, que se éstas se hacen de nuevo por haberse mojado las anteriores. Podemos deducir que,
puesto que se requiere
la aprobación de la jerarquía, estas Reglas contienen variaciones sobre
las
primeras y que por tanto no se trata sólo de un traslado de las
primigenias,
pues en ese caso no sería necesario el procedimiento, tanto menos
cuanto que la
elaboración de las mismas debió suponer un desembolso importante al
estar
encuadernadas en tapas de madera forradas en piel y grabados estofados
en oro.
Este
hecho es importante porque, al
incluir en las mismas algunas
disposiciones del Concilio de Trento, en caso de que se tratara de un
traslado
estaríamos fijando la fecha límite de origen de la Hermandad en 1551.
Por
tanto, conciliando los cuatro datos
anteriormente reflejados podemos fijar la creación de esta primera
asociación
que, a lo largo del tiempo, se convertiría en el núcleo integrador de
las demás
corporaciones, en la horquilla temporal que va desde 1515 a 1545.
Durante
este primer período de su
existencia, la Hermandad debió de desarrollar una vida dedicada al
culto (antes
que a la caridad) muy en la línea con lo que demandaba de estas
corporaciones
el Concilio de Trento (1545-1563) especialmente las sesiones celebradas
en el ya
referido año de 1551, donde se establecen definitivamente los cánones
relativos
al Sacramento de la Eucaristía.
“No
queda, pues, motivo alguno
de duda en que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este
santísimo
Sacramento, y prestarle, según la costumbre siempre recibida en la
Iglesia
católica, el culto de latría que se debe al mismo Dios. Ni se le debe
tributar
menos adoración con el pretexto de que fue instituido por Cristo
nuestro Señor
para recibirlo; pues creemos que está presente en él aquel mismo Dios
de quien
el Padre Eterno, introduciéndole en el mundo, dice: Adórenle todos los
Angeles
de Dios; el mismo a quien los Magos postrados adoraron; y quien
finalmente,
según el testimonio de la Escritura, fue adorado por los Apóstoles en
Galilea.
Declara además el santo Concilio, que la costumbre de celebrar con
singular
veneración y solemnidad todos los años, en cierto día señalado y
festivo, este
sublime y venerable Sacramento, y la de conducirlo en procesiones
honorífica y
reverentemente por las calles y lugares públicos, se introdujo en la
Iglesia de
Dios con mucha piedad y religión. Es sin duda muy justo que haya
señalados
algunos días de fiesta en que todos los cristianos testifiquen con
singulares y
exquisitas demostraciones la gratitud y memoria de sus ánimos respecto
del
dueño y Redentor de todos, por tan inefable, y claramente divino
beneficio, en
que se representan sus triunfos, y la victoria que alcanzó de la
muerte. Ha
sido por cierto debido, que la verdad victoriosa triunfe de tal modo de
la
mentira y herejía, que sus enemigos a vista de tanto esplendor, y
testigos del
grande regocijo de la Iglesia universal, o debilitados y quebrantados
se
consuman de envidia, o avergonzados y confundidos vuelvan alguna vez
sobre sí”.
Concilio
de
Trento, Sesión XIII, Decreto sobre el Sacramento de la Eucaristía,
capítulo V.
En
virtud de esta preeminencia que el Concilio concede al Sacramento de la
Eucaristía y al auge comercial que la ciudad vive tras el
descubrimiento de
América y la erección de la Casa de Contratación en 1503, la Hermandad
debió de
contar pronto con un elevado número de hermanos (en torno a los cien) y
una
economía saneada que le permite hacer “guión y varas de palio”.
Los
cultos de Regla se centran en esta primera etapa en Semana Santa y el
tiempo
Pascual. El Jueves Santo se convierte en la festividad principal al ser
el día
en que se instituyó la Eucaristía. En esta festividad, además, todos
los
hermanos debían “averiguar”, es decir pagar las cuotas correspondientes
al año.
La
procesión para llevar el Cuerpo de Dios a los enfermos e impedidos de
la
feligresía, constituía el segundo culto más importante del año. Para
aumentar
la solemnidad de la misma se procuraba la participación de niños, el
clero de
la parroquia (al que se invitaba a “dulces” finalizado el acto) y la
mayor
parte de los hermanos. En algunas ocasiones consta también la
contratación de
fuegos de artificio.
La
Hermandad de Ánimas
Además
de la influencia tridentina, el surgimiento de esta corporación cuenta
con un
componente social importante, cual era la necesidad de algunos
feligreses de
asegurarse un enterramiento acorde con su posición.
Es
también el Concilio de Trento quien en su sesión XXV en 1563, ratifica
la
existencia del Purgatorio e insta a que se fomenten los sufragios por
las
mismas, basándose entre otros textos en la Carta a los Macabeos, un
texto que
aún hoy se sigue manteniendo en las actuales Reglas.
Sin
embargo, el concepto de un lugar intermedio entre el Cielo y el
Infierno que
permitiera “purgar” los pecados cometidos en la tierra era ya una
figura
familiar en todo el occidente cristiano desde el siglo XII, como bien
ha
demostrado Jacques Le Goff en su excepcional obra La
naissance du purgatoire.
Por
otra parte, la falta de cementerios públicos obligaba a la población a
procurarse enterramiento en los cementerios y bóvedas parroquiales y,
cuando
éstos se colapsaban en momentos de pandemias, en fosas comunes a las
afueras de
la ciudad que recibían el nombre de “carneros”.
Por
ello, un gran número de cofradías construirán al mismo tiempo que sus
capillas
este tipo de enterramientos que, sin llegar a tener la categoría de las
grandes
Capillas de las Iglesias o Catedrales costeadas por la nobleza,
identificaban a
un sector de población que se identificaba con la cada vez más
influyente
burguesía urbana.
Ambos hechos (la necesidad de contar con oraciones que ayudaran a la salvación del alma a la vez que de enterramiento digno) pueden considerarse pues como el origen ideológico de esta Corporación cuyos inicios, a raíz de las primeras noticias que se conservan en el Archivo, pueden ser situados también a mediados del XVI ya que el primer documento que se conserva es una reclamación de misas de difuntos a la corporación en 1578.
AUGE
Y DECADENCIA
EL
SIGLO XVII
Sea
como fuere, el recorrido de ambas corporaciones es paralelo hasta el
año 1648,
donde se produce la gran crisis de la peste bubónica que asola la
ciudad. El
hecho de este paralelismo no sólo se basa en usos y costumbres
religiosas o de
mentalidad sino que, en gran medida, se sustenta en una cierta
rivalidad
positiva entre dos corporaciones que pugnaban en un mismo ámbito
geográfico,
por la consecución de unas rentas basadas en esta época no tanto en los
ingresos de los hermanos existentes como en los difuntos, y nos
explicamos.
Los
hermanos que pertenecían a cofradías del tipo que nos ocupan tenían
tres
obligaciones económicas fundamentales; pagar una cuota de ingreso que
se
reducía a la mitad en caso de “heredar la vela de su padre”; realizar
la
“averiguación” en las fechas señaladas en las Reglas, en el caso de la
Sacramental cada Jueves Santo; y sacar la “demanda” por las calles del
barrio
cuando le tocara por turno.
Estas
tres entradas, si bien debieron constituir un porcentaje elevado en los
primeros tiempos, van perdiendo peso en las finanzas de las hermandades
quienes, sobre todo a partir de mediados del siglo XVII, comienzan a
contar
entre sus cuentas con unos ingresos cada vez más elevados de “rentas,
dotaciones y patronatos”; es decir, obligaciones que sobre casas y
tierras
cedían los difuntos (hermanos o no) a fin de que la Hermandad se
obligara a
rezar por su alma un número determinado de misas al año.
La
disposición de los vecinos del barrio a integrarse en una u otra
hermandad va a
venir determinada indudablemente por la devoción, comprensión o
cercanía al
misterio que cada una de ellas mantiene como primer titular, pero no es
menos
cierto que factores como el prestigio de la institución, su patrimonio
y la
solemnidad de los cultos, serán también determinantes para incrementar
no sólo
el número de hermanos sino, como decimos, las donaciones en forma de
rentas o
tributos.
En
esta época los cultos se estabilizan, en especial los de la
Sacramental, más
proclive por el sentido de la institución a solemnizar los mismos.
Sabemos que
se celebraba procesión con el Santísimo en una Custodia en la tarde del
día del
Corpus y que la Fiesta de la Resurrección era una de las principales
junto con
el Jueves Santo.
La
de Ánimas mantiene el culto a las mismas en Noviembre y realza y regula
todo lo
concerniente al entierro de los hermanos.
En
cuanto al patrimonio, este auge se plasma en el hecho de que ambas
corporaciones acometen sin demora la construcción de sendas capillas
propias
con su correspondiente bóveda para cumplir fielmente con las
obligaciones de
enterramiento de los hermanos.
De
la Sacramental nos consta que ya en esta época posee una custodia, un
guión con
su vara, que sustituyó a otro más antiguo, un cáliz de plata con su
patena y
caja y, desde 1643, un Niño Jesús que se encarga para que quede encima
del
Sagrario, además de otros objetos litúrgicos.
No
obstante estos logros, la primera mitad del siglo XVII muestra también
una
cierta turbulencia en las relaciones entre los hermanos, pues en el
informe del
secretario de la Sacramental a propósito de la aprobación de las Reglas
de 1636
se habla de algunos disturbios acaecidos en las elecciones.
Probablemente
esta sea la causa de que la Hermandad se propusiera realizar estas
nuevas
Reglas, modificando algunos aspectos relativos a las elecciones.
Estos
mismos incidentes se deducen de algunos datos de la documentación
relativa a la
de Ánimas.
Pero
como expresamos al inicio, el año de 1648 habría de marcar un punto y
aparte en
la evolución histórica de ambas corporaciones. La quiebra demográfica
que la
epidemia de peste negra va a provocar en la ciudad afectará de forma
pareja a
nuestras hermandades hasta el punto de que ambas pierden
aproximadamente la
mitad de sus efectivos.
Sin
embargo, la recuperación de los siguientes años no es asumida por igual
por
ambas corporaciones ya que mientras que la Sacramental entra en un
período
gris, con un alza de hermanos y rentas bastante discreta, la Hermandad
de
Ánimas encuentra entre los miembros del gremio del Arte de la Seda un
verdadero
filón que hace que llegue a convertirse casi en la práctica en una
corporación
gremial.
Junto
a ello, el considerable aumento de donaciones en formas de rentas y
tributos
provocados por el cambio de mentalidad suscitado tras la epidemia,
provocará un
despegue espectacular que la obliga a redactar nuevas ordenanzas en las
que se
regula de forma minuciosa las obligaciones de la Hermandad para con los
hermanos fallecidos, sus familiares, esclavos e incluso con aquellos
que
murieran en las puertas de las casas de los hermanos.
De
forma independiente a las cofradías que hemos venido analizando hasta
este
momento, hacia 1690 y coincidiendo con las predicaciones del dominico
padre
Ulloa en la ciudad, debió de fundarse la Hermandad de Nuestra Señora de
Todos
los Santos en torno a la imagen de la Santísima Virgen que, desde 1554,
se
veneraba en un altar lateral de la Parroquia de Omnium Sanctorum, como
bien ha
estudiado en las páginas del Boletín de la Hermandad el investigador
Federico
García de la Concha Delgado.
Como
se especifica en las Reglas de 1787 (primer documento que se conserva
por haber
desaparecido en el incendio de 1936 todo el fondo documental) esta
nueva
corporación que aparece en la vida de la collación surge como una
corporación
del Rosario, dedicada al rezo del mismo por las calles de la collación.
Muy
probablemente el clero parroquial animara esta fundación relacionando,
conmo
sucedió en otros casos, la nueva devoción al rosario público con una
imagen de
la Virgen preexistente en la Parroquia. Este dato va a marcar la
evolución
histórica de la Hermandad fundamentando para los siglos posteriores una
unión
ejemplar entre ésta y la comunidad parroquial.
El investigador Carlos José Romero Mensaque ha analizado profundamente las diferentes fórmulas de generación de este tipo de hermandades.
EL
SIGLO DE LAS FUSIONES
SIGLO
XVIII
Sin
novedades apreciables hasta mediados del siglo XVIII debió transcurrir
la vida de estas tres corporaciones pues nada reseñable se desprende de
los fondos documentales. La organización de los cultos de Regla y la
administración ordinaria de los hermanos y los recursos económicos
copan las entradas de los diferentes archivos que se conservan.
No
obstante, arranca durante la segunda mitad del siglo XVIII el inicio de
un período de florecimiento de esta Hermandad que afrontará la
ejecución del excepcional patrimonio con que cuenta en la actualidad,
desde el majestuoso proyecto iconográfico de la peana procesional con
los grupos de santos, ángeles y arcángeles hasta insignias como el
simpecado.
No debió de ser ajeno a este hecho el sentimiento
de general agradecimiento que suscita entre la población de Sevilla el
hecho de que el temblor de tierra de 1755 (el famoso terremoto de
Lisboa) no hubiera causado daños personales en la ciudad. Recordemos
que este movimiento sísmico tuvo lugar precisamente el 1 de noviembre,
festividad de Todos los Santos.
Parecido
recorrido histórico debió de seguir la Hermandad de Ánimas que sigue
gozando en esta época de un amplio censo de hermanos, unos cultos
sencillos y unas dotaciones saneadas.
Por el contrario, la
Hermandad Sacramental profundiza en este período un peligroso proceso
de devaluación de sus recursos que comenzó a principios de siglo y que
hunde sus raíces en la escasa participación de los hermanos en la vida
corporativa y la corta rentabilidad de los numerosos bienes que poseía,
hasta tal punto que los gastos de mantenimiento de las propiedades
llegan a aumentar entre 1682 y 1700 un 400 por cien.
La
subida al trono de Carlos III en 1759 y su política de reformas
marcaría definitivamente el futuro inmediato de nuestras cofradías al
intentar racionalizar a partir de 1770 el asociacionismo religioso en
la Península mediante agregaciones o fusiones.
Dichas
fusiones se plantearon con un criterio básicamente economicista, es
decir agregar a hermandades con recursos suficientes otras con
dificultades económicas. Por esta razón en la Parroquia de Omnium
Sanctorum la Hermandad de Ánimas y la de la Reina de Todos los Santos
encabezarán este proceso debido a su saneada situación financiera.
De
este modo, al acabar la centuria a la Hermandad de la Virgen queda
anexionada la de la Cruz de la Tinaja en 1792 y muy probablemente la de
la Cruz de calle Linos que se había fundado en 1723.
Por su
parte la de Ánimas agrega a la Hermandad Sacramental, a la de la Santa
Cruz de la Pasión y Nuestra Señora de la Soledad, a una Hermandad del
Cristo de la Columna de la que existen poquísimas noticias, y a la de
la Cruz del Triunfo.
No consta en los documentos que
existiera una gran oposición a estas agregaciones pues en muchos casos
los hermanos de las cofradías afectadas eran los mismos. No sucede así
en la fusión de la Hermandad de Ánimas con la Sacramental, en la cual
se produce una fuerte oposición de algunos hermanos de la primera ante
el Consejo de Castilla, argumentando que la Sacramental no tiene
recursos suficientes para mantener sus cultos.
Sea como
fuere, esta concentración de recursos sirvió para que el patrimonio de
ambas corporaciones, así como el de la Parroquia, siguiera en aumento,
como lo demuestra el hecho de que en 1792 se encargara el nuevo altar
mayor de estuco de la misma y que la Hermandad Sacramental y de Ánimas
comenzara a ejecutar en estos años de finales del XVIII y principios
del XIX las grandes obras artísticas de su patrimonio, el palio para
realizar la visita pascual a enfermos e impedidos y el guión
sacramental. Por ello, en el año 1793 fue trasladada la imagen de la
Santísima Virgen de Todos los Santos desde el altar lateral donde se
encontraba a la Capilla Mayor de la Iglesia por iniciativa del Duque de
Alburquerque y Marqués de la Mina, a la sazón patrono de dicha Capilla
y uno de los mayores impulsores históricos de la Corporación.
LA
DESAMORTIZACIÓN
SIGLO
XIX
Sin
embargo, pronto se demostraría que el temor de los hermanos de Ánimas a
la
agregación impuesta por el Consejo de Castilla estaba más que
justificado. Tras
esos primeros momentos de realizaciones comienza una etapa de
decadencia que se
va a prolongar a lo largo de todo el siglo XIX.
Varias son las causas en las que podemos cifrar este decaimiento, especialmente significativo en las corporaciones de Ánimas y Sacramental:
La
situación general de pérdida de credibilidad que comienza a afectar al
estamento eclesiástico, inclinado en su mayor parte hacia posiciones
absolutistas en las diferentes crisis políticas que vive el país a lo
largo de la centuria.
a)
El arraigo en amplios sectores de población de ideas ilustradas o
liberales que con anterioridad habían quedado reducidas a pequeñas
élites intelectuales.
b) El surgimiento de nuevas devociones.
c)
El nacimiento de un movimiento obrero al que, en principio y salvo
casos concretos, es considerado con ciertos prejuicios por parte de la
Iglesia.
d) El auge que experimentan las hermandades penitenciales, sobre todo a partir de la llegada de los duques de Montpensier.
e) Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz.
f) La pérdida del poder adquisitivo de la población, especialmente tras el período de la Guerra de la Independencia.
g) La conclusión del proceso de liquidación de los gremios iniciado en el siglo XVIII.
h) La creación de los cementerios públicos con la consiguiente pérdida de función social de las corporaciones.
De
todas estas causas, aquellas que pueden ser evaluadas objetivamente se
corresponden con el número de hermanos y las fuentes de ingreso
patrimoniales.
Con
respecto al número de hermanos, a pesar de haberse integrado los censos
de las
hermandades de Ánimas y Sacramental, observamos un estancamiento cuando
no una
sintomática disminución. Carecemos de datos para comparar con la
Hermandad de
la Virgen y poder así determinar si este estancamiento es consecuencia
directa
de la evolución demográfica, de las causas subjetivas que hemos
enumerado, o de
la quiebra interna que debió suponer la fusión y de la que ya hemos
hablado.
El
proceso desamortizador va a afectar indudablemente al patrimonio
inmobiliario
de la Corporación (especialmente el de Madoz en 1855) pues ésta pierde
casi
todas las rentas y propiedades que poseía, tanto en el ámbito urbano
como en el
entorno rural. Enumerar algunas de las mismas puede darnos una idea de
la
amplitud y dispersión del mismo:
3
casas en calle Bancaleros (actual González Cuadrado)
3
casas en calle Tocino (actual Antonio Susilllo)
2
casas en la villa de Almonte
2
casas en la calle Escoberos
2
casas en la plaza de la Feria
2
casas en la calle Ciegos
1
en calle Peral
Rentas
sobre el Cortijo del Higuerón y la Hacienda Tarazona, y así hasta un
total de
cerca de 50 propiedades.
Sin
embargo, ya vimos como a partir de mediados del siglo XVIII, la
importancia de
estas rentas en la economía de la Hermandad va disminuyendo hasta pasar
a ser
una carga debido a la mala gestión, a la caída de las rentas urbanas, a
las
devaluaciones monetarias y a los numerosos arreglos que se tienen que
acometer.
Esta
situación conlleva que en el año 1875 la Hermandad tenga que reunir a
los
hermanos para comunicarles que no existen fondos para celebrar la
fiesta de la
Concepción, que se venía celebrando desde los orígenes de la
Sacramental y que
el año siguiente se haya de pedir licencia al obispado para poder
celebrar un
cabildo con tan solo nueve hermanos, lo que indica bien a las claras el
estado
de postración ha que se había llegado.
No
obstante, y precisamente a partir de esta fecha de 1876 la llegada de
nuevos
hermanos permitirá elevar las cuotas y afrontar la hechura del
monumento del
Jueves Santo perdido en el incendio de 1936.
Por su parte, la Hermandad de la Virgen va abandonando poco a poco sus fines fundacionales para transformarse en una corporación gloriosa centrada en el culto a la imagen de la Reina de Todos los Santos, en cuyo honor se celebraba la Novena que, precisamente en 1871 se cambia al mes de mayo. En tal sentido cabe destacar la labor de Rosario Díaz de Villegas y González, nombrada camarera perpetua en 1881.
EL
RESURGIMIENTO
SIGLO
XX
Con
estos ritmos históricos desembocan los dos grupos de hermandades
(Ánimas y
Sacramental por un lado y Reina de Todos los Santos por otro) en los
albores de
la década de 1900.
Los
recursos se han estabilizado y las quiebras producidas por las fusiones
y la
desamortización parecen haber quedado en el olvido.
Mientras
la Hermandad Sacramental y de Ánimas mantiene una vida lánguida, la de
la
Virgen sigue ocupando el centro de la vida parroquial, tanto por su
unión
histórica con la misma como por la mayor facilidad que para los fieles
supone
el acercamiento a una imagen que a un misterio como el de la Eucaristía.
Perdidas
absolutamente sus funciones primigenias, y debiendo de adaptarse a los
escasos
recursos con que cuenta, el culto a las Ánimas pasa a ocupar un segundo
lugar,
mientras que el impulso al culto eucarístico durante el siglo XIX y el
mantenimiento del patrimonio adquirido durante el tránsito de los
siglos XVIII
al XIX, dotan a la Sacramental de un halo de prestigio frente a las
demás
corporaciones.
En
este contexto, en 1920 se produce la fusión definitiva de todas las
hermandades
existentes en la Parroquia en una sola, la actual Hermandad Sacramental
de
Nuestra Señora Reina de Todos los Santos.
Confluyen en este momento diversas cuestiones que van a propiciar que este nuevo proceso aglutinador se realice de forma ejemplar y sea la verdadera base de actuación que va a permitir a la Hermandad iniciar un período de continuado ascenso que llega hasta nuestros días.
A
su vez podemos señalar tres épocas muy bien definidas; desde la fusión
hasta el
incendio de la parroquia en 1936, desde el regreso a la misma en 1940
hasta
1984 en el que se realizan nuevas Reglas y desde este momento a la
actualidad.
La fusión
En
primer lugar hay que considerar la aparición en este momento (1920) de
un
numeroso grupo de hermanos con un marcado carácter eclesial a la vez
que un
demostrado y eficaz sentido de la gestión de la institución.
Nombres
como Ángel Hoyuela, Juan Pérez Calvo, Ricardo Laguillo, Rafael Oñós,
Valentín
Álvarez, Ramón Labanda, entre otros, van a constituir un núcleo de
cristianos
ejemplares con una fortísima vinculación parroquial y que, sin embargo
mantienen un alto grado de independencia y autonomía en la gestión de
la
Corporación.
Precisamente
esa profunda implicación parroquial va a colaborar en que la devoción a
los
titulares se expanda de nuevo entre una feligresía que, además, se
beneficia de
la bonanza económica de principios de siglo que impulsan las grandes
obras
públicas de la Dictadura de Primo de Rivera y, sobre todo, los
preparativos de
la Exposición Iberoamericana de 1929.
La
relativa decadencia de la Sacramental y unos censos de hermanos
compuestos en
su mayor parte por los mismos dirigentes, facilitará una fusión modélica para la que no se redactan
nuevas Reglas. El
curioso procedimiento propuesto a la Autoridad Eclesiástica y aprobado
por la misma,
establece que se mantengan las dos Reglas existentes por separado y que
la
Hermandad resultante de la fusión se rija por ambas, más quince puntos
de
fusión que vienen a resolver los posibles conflictos entre las mismas.
Tan
efectivos resultaron estos quince puntos que, aunque con algunas
matizaciones
posteriores, pervivieron hasta la elaboración de las Reglas actuales en
1987.
Con
estas bases la década de 1920 ve un resurgir de la Hermandad en el
aspecto
patrimonial; se logra la permuta de la Sala Capitular para permitir la
construcción de la nueva cuartelada del mercado, se completan las andas
procesionales de la Virgen con nuevos respiraderos y jarras, así como
con la
adquisición de los cuatro candelabros y, sobre todo, se ponen las bases
de
gestión que permitirán afrontar en la década siguiente la monumental
obra del
baldaquino.
A
su vez, el prestigio de la Corporación y la eficacia de sus cuadros
dirigentes
hace que buena parte de los mismos influyan decisivamente en la
creación del
Consejo de Cofradías de la ciudad, del cual formarán parte activa
elementos
como Ángel Hoyuela o José González Reina y que la Hermandad participe
de forma
activa en la magna procesión con motivo de la coronación canónica de la
Virgen
de la Antigua de la Catedral.
El
incendio de 1936 y sus
consecuencias
La
completa destrucción de la Parroquia de Omnium Sanctorum en los sucesos
que
prologaron la Guerra Civil marca definitivamente el carácter
profundamente
parroquial de la Hermandad por cuatro hechos; la singular y poderosa
personalidad
del párroco don Antonio Tineo Lara, la cuantiosa aportación de la
Hermandad a
la reconstrucción del templo, el hecho de ser la única Cofradía que
vuelve tras
la reapertura y la presencia en todo su apogeo de Juan Pérez Calvo como
director artístico de la Corporación.
Vayamos
por partes. Las amenazas generadas por la izquierda radical y los
lamentables
sucesos que se van produciendo en España desde 1931 con la quema de
iglesias y
conventos, había llevado a los hermanos de la Corporación a estar
vigilantes
para salvaguardar el patrimonio de la misma y, de forma especial, los
titulares
de la Hermandad.
Ya
en 1931 la talla de la Virgen se traslada al domicilio particular de un
hermano, hecho que se repetiría en 1936, mientras que la plata y los
demás
enseres fueron distribuidos en distintas dependencias a salvo de un
posible
incendio. De hecho, cuando se hace inventario de las pérdidas habidas
en la
quema de la iglesia, apenas si se ha perdido una credencia de plata,
una ráfaga
de metal de poco valor, algunas esculturas secundarias (entre ellas una
Inmaculada del siglo XVII) y el Archivo de la Hermandad de la Virgen.
No
se habían apagado aún los rescoldos del incendio cuando la Junta de
Gobierno de
la Hermandad, con el párroco a la cabeza, comienza la titánica tarea de
reconstruir un templo de las características de Omnium Sanctorum.
Mediante
préstamos y avales personales de los hermanos, solicitando la
implicación de
todo el pueblo e instituciones de la ciudad la Hermandad abordó en
solitario la
reconstrucción de sus propiedades afectadas; la Sala llamada del
Patronato
sobre la sacristía y la Capilla Sacramental. Pero lo que constituye un
timbre
de orgullo para la misma y permite grabar en letras de oro los nombres
de
aquellos hermanos es el asombroso baldaquino que cobija en la
actualidad a la
imagen de la Reina de Todos los Santos y que provoca la paradoja (única
en la
Diócesis) de que mientras que la titular de la Cofradía es propiedad de
la
Parroquia, el retablo mayor de la misma es administrado por la
Hermandad.
Posteriormente
y para completar tan magna obra la Corporación se volcaría en la
cuestación
realizada por la Parroquia para la construcción del Sagrario de plata,
obra del
orfebre Cayetano González y que hoy día constituye una de las obras
argénteas
más espectaculares realizadas por el mismo.
A
partir de aquí las historias de la Hermandad y la de la Parroquia se
funden
hasta el cese de don Antonio Tineo como párroco. Miembros de la
Hermandad
forman parte de las asociaciones y movimientos de la Parroquia y
viceversa,
consiguiéndose con ello una fortísima cohesión en las actividades y
proyectos
que se afrontan, bien sean particulares o conjuntas.
Con
este espíritu la Hermandad sigue incrementando su patrimonio a la vez
que
participa de forma activa en las iniciativas que la Parroquia va
demandando;
Escuela Litúrgica, Conferencias de San Vicente, Caritas Parroquial (de
la que
llegó a hacerse cargo por acuerdo de Cabildo General tras la solicitud
de la
Parroquia), etc.
En
1946 acompaña a la Virgen de los Reyes en la solemne procesión que se
organiza
con motivo de su Patronazgo sobre la Archidiócesis.
Las Reglas
de 1987
La
llegada de un nuevo párroco, de la Hermandad del Santísimo Cristo de
las Almas
y, sobre todo de una pujante juventud a las filas de la Hermandad abre
la
última etapa de la misma que está marcada por la aprobación de las
Reglas de
1987 que, con un estilo conciliar fijan aquellos aspectos bien por
asentimiento
o por costumbre había hecho superar las bases de fusión de 1920.
A
partir de entonces y hasta la actualidad, sin descuidar la colaboración
con la
Parroquia, la Hermandad busca sin cesar vías de integración de los
hermanos en
la vida corporativa poniendo especial énfasis en la atención a la
juventud.
Inmersa
en un ambicioso Plan General de Restauración podemos decir que en estos
treinta
y dos años se ha devuelto a su esplendor original la práctica totalidad
de la
escultura propiedad de la misma, el conjunto del paso procesional, el
50% del
patrimonio textil, el 80 % de la orfebrería e innumerables piezas de
menor
importancia.
No
menos importante ha sido la preservación y catalogación del Archivo,
que en la
actualidad se encuentra en fase de reordenación y digitalización y la
reconstrucción de la Casa de Hermandad.
En
1998 volvió a trasladarse a la Catedral de Sevilla para presidir el
Pregón de
las Glorias y estar presente en la clausura de la Asamblea Diocesana de
Hermandades.
Joaquín
de la Peña Fernández
FUENTES
DOCUMENTALES
Archivo
Histórico de la Hermandad de Todos los Santos de Sevilla
Archivo
Histórico de la Diputación de Sevilla
Archivo
General del Arzobispado de Sevilla
FUENTES
BIBLIOGRÁFICAS
MARTÍNEZ
ALCALDE, Juan. Hermandades de Gloria de
Sevilla. Servicio de Publicaciones del Boletín de las
Cofradías de Sevilla.
Sevilla, 1988.
RODA
PEÑA, José. Hermandades Sacramentales de
Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1996.
ROMERO
MENSAQUE, Carlos. El Rosario en Sevilla. Religiosidad popular
y hermandades
de Gloria". Eco 21. Sevilla, 1990.
VV.AA.
Historia de la Iglesia Católica III. B.A.C.,
4ª ed. Madrid 1999.
FUENTES
HEMEROGRÁFICAS
ARENAS
PEÑUELA, Hilario. “Antiguas devociones sevillanas”
en ABC de Sevilla. Sevilla
29 y 31 de mayo de 1983.
Reina
de Todos los Santos.
Boletín Informativo de la Real, Antigua, Ilustre y Fervorosa Hermandad
Sacramental de Nuestra Señora Reina de Todos los Santos y Ánimas
Benditas del
Purgatorio.
Incluye aportaciones de GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel; GARCÍA DE LA
CONCHA
DELGADO, Federico; GONZÁLEZ ISIDORO, José.